domingo, 19 de enero de 2014

New life

Como metroblog es una caca de vaca os lo pongo por aquí..............


Hello!

Aunque parezca mentira, ¡he vuelto! Voy a ser breve que estoy estudiando y no puedo entretenerme mucho.

Os dejo un Junes. Son 2 partes. Hoy subo la primera y si sois buenas y me comentáis y todo eso de buenas lectoras, subiré la segunda parte prontito (puede que mañana, solo si sois buenas).

Está escrito en época de exámenes así que no me tiréis muchos tomates....

Si hay alguna errata, lo siento!

¡Disfrutadlo!



- Llaman a la puerta...
- ¿Ah si? ¡No me había dado cuenta!
- ¿Abres?
- ¡Estoy en la cama!

Cuando Harry estaba resacoso no había nadie ni nada que le sacara de la cama. Y eso que eran las once y pico, pero al hombretón le gustaba demasiado dormir y más cuando la noche anterior se había bebido él solito todo lo que había en el bar.

- ¡Joder, Dan! ¡Dile al del timbre que o deja de apretarlo o le corto los huevos!
- ¿Y si es una chica? - cuando escuché sus insultos hacia la persona que llamaba y hacia mí me empecé a descojonar. - Ya voy, ya voy.

Dejé la guitarra en el sofá y fui a abrir.

En qué mala hora lo hice.

- ¿Es usted Daniel Alan David Jones? - un hombre trajeado, repeinado y con unas hojas en sus manos me miraba con una ceja alzada a través de sus gafas del siglo pasado. - ¿Es usted o no?
- Eh... sí, sí – todo el cuerpo me temblaba.

¿Y si la policía me había pillado bajándome pelis de internet y habían enviado a uno de la secreta para torturarme hasta hacerme hablar? Estaba acojonado.

- Bien... - acercó los papeles a su cara de tío duro y después volvió a mirarme. - ¿Conoce a la señorita Annie Miller?
- Eh... - me rasqué la cabeza con la mano todavía temblorosa, intentando recordar ese nombre. - Eh...
- Según el diario de la señorita se conocieron en un restaurante. Usted le derramó vino en su vestido nuevo y ella le invitó a cenar.
- ¡Ann! - me quedé unos segundos pensando en la aventura de dos meses que tuve con aquella mujer hace tres años. - ¿Cómo está? ¿Sigue tan loca como siempre?
- Verá... - carraspeó y se recolocó las gafas. - Verá señor Jones... La señorita Miller murió hace dos días en un accidente de coche.
- ¿Qué? - todo comenzó a darme vueltas. - ¿Está muerta?
- Me temo que sí – el hombre de la secreta no paraba de subirse las gafas. Se notaba que no estaba acostumbrado a dar esa clase de noticias. - Verá señor Jones, eso no es todo.
- ¿Cómo que no es todo? ¿Qué me quieres decir? ¿Ha muerto o no ha muerto?
- La señorita Miller tiene una hija – lo soltó de golpe, sin dejar que me preparase mentalmente para ese bombazo. - ¿Se encuentra usted bien? Está pálido.
- ¿Perdone? ¿Ha dicho que tiene una hija? - él asintió.
- De hecho por ese motivo estoy aquí – señaló a sus pies y en el suelo, donde juro por dios que antes no estaba, había una pequeña mochila rosa.
- ¿De quién es eso? - justo en ese momento una niña muy pequeña apareció de detrás del hombre.
- Señor Jones, le presento a Abie – la niña me miró con los ojos muy abiertos y con una tímida sonrisa.
- Hola – dijo Abie sin separarse mucho del hombre.
- A ver, a ver. Creo que me he perdido – inspiré profundamente, cerré los ojos, pero cuando los volví a abrir, la niña seguía estando delante de mí. - ¿Qué tiene que ver esta niña conmigo? ¿Dónde está su padre?
- Verá... - ahora fue el hombre de la secreta (aunque comenzaba a pensar que de secreta tenía poco) el que empezó a ponerse nervioso. - La señorita Miller era madre soltera. No se conoce al padre biológico. Solo tenemos el diario de la señorita donde aparece su nombre – dijo señalándome a mí. - en varias ocasiones y según parece... Esto... Es usted el padre biológico de Abie.
- Vale, creo que necesito sentarme.

Miré a mi alrededor y como no había ninguno silla, opté por sentarme en el suelo. La cabeza me daba vueltas, me costaba respirar y seguía sin poder despertarme. Porque... ¿eso era un sueño, verdad? ¿Verdad?

La niña me miró con sus enormes ojos e hizo el amago de acercarse, pero vaciló. Miró al hombre trajeado y, cuando éste asintió, supongo que dándole permiso, se acercó a mí y posó su diminuta mano en mi hombro.

- ¿Estás malito? - yo estaba en shock, no sabía qué responder.

Lo que pasó a continuación no se lo esperaba ni el hombre trajeado. Abie me apartó los brazos, dejando un hueco entre mis piernas, y, sin pedir permiso ni nada, se sentó encima y me abrazó con sus pequeños brazos. Yo no sabía dónde meterme. Miré al hombre que tenía delante pero él no hacía nada por quitármela de encima. De hecho pude ver una pequeña sonrisa en su rostro.

- Señor Jones, hasta que sepamos si es usted o no el padre biológico deberá quedarse con Abie.
- ¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Y sus abuelos? ¿No tiene tíos? ¿Por qué yo? - esto cada vez pintaba peor.
- En el orfanato no la aceptarán hasta que no esté aclarado el asunto. Este jueves irán a hacerse las pruebas de paternidad y...
- ¿Y? ¿Qué hago si soy el padre? ¡Yo no puedo ser el padre! - entre tanto jaleo, Harry salió del cuarto y se acercó.
- ¿Qué pasa aquí? - me miró, luego al hombre trajeado y luego a la niña. - ¿Quién es esa niña y por qué está sentada encima de ti?
- Harry, te presento a Abie, mi... Mi... - no era capaz de decirlo.
- ¿Tu qué? - nos miramos a los ojos durante un segundo y entonces lo vio claro. - Lo sabía. Sabía que tu pasado mujeriego nos llamaría a la puerta tarde o temprano. Cojonudo Dan, eh, cojonudo.
- Harry... - él no me escuchó y de un portazo se encerró en la habitación. - ¡Joder!
- ¡No puedes decir palabrotas! - dijo la niña sin dejar de sonreír. - Mamá te lavará la boca con jabón.

Quería quitarme a la niña de encima. Quería echarla de mi casa y no volver a verla. Pero sabía que eso iba a ser imposible.

- Señor Jones, necesito que firme aquí y aquí – el hombre me tendió unos papeles y me dejó su bolígrafo. - El jueves vendré a recogerles a las nueve y si todo sale bien no tendrá que ocuparse más de la pequeña.
- Genial – dije sin mucho ánimo. Me levanté intentando no tocar mucho a la niña y le estreché la mano de mala manera. - ¿Hay algo que deba saber de ella?
- ¿Como qué? - el hombre me pasó la mochila y se preparó para salir corriendo.
- No sé. ¿Qué come? ¿Dónde dormirá? ¿Qué hago si llora?
- Abie come lo que come una niña de tres años y está sana. El resto tendrá que averiguarlo usted. Buenos días.

Se marchó. El hombre trajeado que no era de la secreta, aunque hubiera preferido que lo hubiese sido, se había largado, dejándome con ese enorme marrón.

Cerré la puerta y, al girarme, no vi a la niña por ninguna parte. La llamé por su nombre pero nada, había desaparecido. La busqué por todas partes: en el baño, en la cocina, en el armario que hay debajo del fregadero, en la nevera, en el armario de la entrada, en el rellano (por si acaso la había dejado fuera), pero nada, no aparecía. De repente escuché a alguien tocando una de las cuerdas de mi guitarra seguido de una escandalosa risa. Me entró pánico y corrí al salón. Allí estaba ella, sentada en el sofá, tocando las cuerdas y riendo cada vez que éstas emitían algún sonido. Me acerqué a ella con sigilo y observé cómo la niña miraba mi guitarra con... ¿admiración? ¿Una niña tan pequeña tenía de eso? Cogí la guitarra para llevarla a un lugar seguro, pero cuando lo hice, Abie comenzó a llorar.

- ¿Qué te pasa?

Yo estaba a un par de pasos con la guitarra en la mano y sin saber qué hacer. La niña seguía llorando. Alzaba sus pequeños brazos y lloraba como si le hubiesen dado una paliza. ¿Qué diablos se suponía que debía hacer?

- Dale la guitarra – Harry había salido del cuarto y nos miraba con los brazos cruzados.
- ¿Qué?
- La niña está llorando porque le has quitado la guitarra.
- ¿Cómo sabes eso?
- Porque tengo una hermana pequeña.

Asentí y me acerqué otra vez al sofá. Abie parecía que dejaba de llorar poco a poco, hasta que paró del todo cuando volvió a tener a su disposición mi guitarra.

- Gracias Harry – me giré y le mostré mi mejor sonrisa. Parecía que su mal humor también iba desapareciendo. - Lo siento mucho, de verdad.
- En el fondo no es tu culpa... Bueno sí, por tu calentón ahora tenemos una hija.
- ¿Tenemos? - mi sonrisa se ensanchó y vi como él sonreía también.
- Tú tienes el instinto materno atrofiado. ¿No pretenderás que te deje a solas con ella, no? - me reí con ganas pero me callé cuando vi que Abie también se reía. - Esa niña ya te quiere.
- ¿Qué dices? - mi cara de asombro le hizo reír, pero cuando la niña se tiró, literalmente, a mis brazos, Harry se rió como nunca.
- Lo que yo diga, esa niña....
- Abie.
- Abie ya no va a querer separarse de ti – Harry se acercó a nosotros y le hizo unas pedorretas.
- ¿Y si no es mi hija y se la llevan?
- Le romperás el corazón.

Harry y yo nos miramos y, sin saber muy bien porqué, a los dos se nos acabó la alegría. ¿Eso era lo que los dos queríamos, no? Que la niña no fuese mía y volver a nuestras vidas. Pero llevábamos menos de diez minutos con Abie y ya había una parte de nosotros que no quería apartarse. ¿Y si la niña no era mía?

Dos horas después...

- ¿Estos pañales valen? - le enseñé un paquete a Harry que llevaba el carro y él se empezó a reír.
- Dan, en ese paquete sale un bebé – lo miré y después volví a mirar a Harry.
- ¿Y?
- ¿No ves alguna diferencia entre ese bebé y Abie? - volví a mirar el paquete. - Vale, tú coge el carrito y yo voy a por el paquete.
- ¿Qué tiene de malo éste? - Harry pasó a mi lado y me lo quitó.
- ¡Abie ya no es un bebé! - dijo mientras se alejaba de nosotros.

Mientras yo arrastraba el carrito con Abie y sus cosas dentro, Harry iba cogiendo lo que creía que era necesario para una niña de tres años.

- ¿Desde cuándo se te da tan bien esto? - Harry se giró y me sonrió.
- Ya sabes. Mi padre no estaba nunca en casa, mi madre trabajaba y yo tenía que ayudar yendo a hacer la compra – se acercó a mí y me besó. - Pero habría que preguntarle a tu hermana qué comía Max cuando tenía tres años.

Cogí mi móvil y llamé a Vicky.

- ¿Qué has roto esta vez, enano? - ese era el saludo típico de mi hermana.
- Hola Vicky, yo estoy bien, gracias – me tuve que apartar el móvil de la oreja cuando ella comenzó a reírse. - Necesito preguntarte algo.
- Ya lo sabía yo... Por cierto, yo también estoy bien hermanito.
- Calla y escucha – sin poder creerlo, me hizo caso. - ¿Qué le dabas de comer a Max cuando tenía tres años?
- Vale, Dan. Esa es la pregunta más rara que me has hecho nunca. ¿Qué has hecho? ¿Harry está bien? ¿Le han secuestrado y ésta es una pregunta clave para que sepa que estás en peligro?
- Por dios, Vicky. Calla y escucha. Hoy ha pasado algo de lo que mamá no puede enterarse o le dará un ataque. Ha venido un tío muy raro y me ha dado a una niña.
- ¿Perdón? ¿Qué has dicho?
- Dice que esa niña puede ser mía. ¿Te acuerdas de Annie?
- Sí, claro. Estabas loquito por ella, hasta que apareció Harry.
- Vale, pues hace dos días tuvo un accidente y murió y...
- ¿Qué? Joder, vaya. Lo siento mucho Danny.
- Gracias, Vicky. Pero la cosa no se queda ahí. Ann tiene una hija de tres años y creen que es mía.
- Joder Danny. Si es que esto solo te puede pasar a ti. ¿Te has hecho las pruebas?
- No, todavía no.
- ¿Y qué haces con ella?
- No tiene más familia y el orfanato solo la acogerá el jueves.
- Dan, eres un irresponsable. ¿Para qué sirven los condones? ¡Joder!
- Bastante acojonado estoy ya, Vicky. Así que ahórrate el discursito. ¿Me puedes ayudar o no?
- Sí, joder. Dime qué necesitas.
- Saber qué comida le puedo dar a la niña.
- A la niña... Qué bruto eres. ¿Cómo se llama?
- Abie.
- Bien. ¿Qué te parece si voy y os ayudo?
- Sería estupendo. Gracias, Vicky.
- Salgo ya de casa.
- Aquí te esperamos.

Colgué y miré a Harry que no paraba de reírse.

- Tienes una hermana que no te la mereces.

Me dio un beso fugaz y siguió buscando cosas por todo el supermercado hasta que, unos minutos después, apareció Vicky.

- Pensé que era una broma, pero ya veo que no – se acercó a la niña y la observó. - Sin duda es tuya.
- ¿Qué?
- Esos ojos tan redondos y esa mirada de bicho los tenían tú a su misma edad – Abie saludó a mi hermana y no tardaron ni cinco minutos en hacerse amiguísimas.

Vicky nos mostró todo lo que teníamos que comprar y nos explicó varias cosas sobre cómo cuidar a una niña.

- Va a ser duro, hermanito, pero no tienes otra opción – dijo Vicky al despedirse. - Si pasa algo, llámame.
- Gracias – nos abrazamos y luego se despidió de Abie y de Harry.

Cuando llegamos a casa ya se había hecho de noche. ¿De verdad habíamos tardado tanto? Harry soltó las bolsas y se fue al baño.

- ¿Me vas a dejar solo con ella?
- No, idiota. Voy a preparar el baño para Abie. Tu hermana ha dicho que antes de cenar la bañáramos – y dicho eso, se encerró en el baño. Genial.
- Bueno...

Miré a Abie esperando a que hiciese algo y, gracias a dios, no tuve que esperar demasiado. Con una sonrisa traviesa corrió hacia el salón y en menos de un segundo se puso a tocar mi guitarra.

- Al final me la romperá.

Fui tras ella y me senté en el otro lado del sofá, observando lo cuidadosa que era al tocar una cuerda para segundos después reírse como una loca y dar palmas. La niña estaba disfrutando. Tocaba una cuerda y se le iluminaban los ojos. ¿Sería ésta otra prueba, como decía Vicky, de que era mi hija? No tenía sentido. A casi todos los niños les gustaba la música, ¿verdad?

Unos minutos después, Harry salió del baño y me hizo un gesto que yo no entendí.

- Trae a Abie – repitió pero esta vez con palabras.
- ¿Yo? - él asintió. - Pero si la aparto de la guitarra volverá a llorar.
- ¿Te da miedo una niña de tres años? - Harry se rió y Abie, al escucharle, dejó la guitarra para mirarle. - Abie, tu papá es muy tonto.
- ¡Tonto, tonto, tonto, tonto! - empezó a canturrear la niña.
- No soy su padre – dije molesto.
- Vale, lo que tú digas – rió Harry. - Pero tráela antes de que el agua se enfríe.
- Pareces mi madre – mi repentino malhumor se esfumó e hice caso al moreno. - Abie, vamos al baño.
- Puedes cogerla, no te va a morder – dijo el bromista de mi novio.
- No que se me caerá – le aparté la guitarra y le tendí mi mano. Ella me la agarró gustosa y siguió mis pasos hasta Harry.
- ¿Ves? No ha sido para tanto, ¿no? - me dio un cachete en el culo cuando pasé por su lado y después entró con nosotros.
- ¿Y Molly? - preguntó la niña mientras yo le quitaba la ropa.
- ¿Quién es Molly? - Harry y yo nos miramos.
- Es mi dinosaurio – dijo Abie con cara de preocupación. - ¿Dónde está?
- Ve y mira en su mochila – me apremió Harry. Unos minutos después volví a entrar en el baño pero con las manos vacías.
- Ahí no hay nada – la niña me miró y se puso a gimotear. - L-lo siento...
- ¡Molly! - gritó Abie mientras varios lagrimones le caían por su regordeta cara.
- ¿Qué hacemos? - pregunté angustiado.
- Ve al cuarto y trae a Rex.
- ¿Estás seguro?
- ¿Prefieres que siga llorando? - Harry había acabado de quitarle la ropa e intentaba meterla en la bañera con mucho cuidado.
- Voy, voy.

Entré en nuestra habitación y rebusqué por todas partes hasta que di con el juguete. Salí corriendo y cuando entré en el baño vi cómo la expresión de Abie cambiaba rápidamente.

- ¡Molly!
- No es Molly – dijo Harry mientras cogía el dinosaurio y se lo acercaba a la niña. - Te presento a Rex, mi mejor amigo.
- Hola Rex – dijo Abie.
- ¿Prometes cuidarle y quererle mucho hasta que encontremos a Molly? - ella asintió enérgicamente. - Toma.

El resto del baño transcurrió sin ningún problema. Harry y yo acabamos mojadísimos, pero por lo menos Abie no había vuelto a llorar. Cuando terminamos, Harry la sacó y la secó con mucho mimo. ¿Por qué él parecía todo un experto y yo un payaso que se reía con la palabra tetina? No era justo verle tan suelto y relajado con la niña. ¿Qué me estaba pasando? ¿Tenía celos de cómo cuidaba mi novio a una niña que en una semana desaparecería de nuestras vidas o era algo más?

Después de darle la cena vino lo más difícil: buscarle un sitio para dormir. Me di cuenta de que mi propuesta de que durmiera en el sofá no gustó cuando Harry me miró con cara de ¿estás loco? Y como no teníamos más habitaciones, tuvimos que meterla en nuestra cama. No me gustaba nada la idea, ¿y si la aplastaba en mitad de la noche? O peor, ¿y si la tiraba de la cama?

- Hazz, no es una buena idea – insistí por quinta vez.
- Si lo prefieres, duerme tú en el sofá y yo duermo con ella en la cama – miré hacia el viejo y roído sofá y enseguida descarté la idea. - Entonces dormiremos los tres juntos.

Cogí un pantalón y me metí en el baño. Necesitaba un par de minutos para pensar en todo lo que estaba pasando. Empecé a recordar a Ann y los dos meses que estuve con ella. ¿Alguna vez lo hicimos sin condón? No, siempre tuvimos cuidado. Pudo haberse roto. Es algo que pudo haber pasado, ¿no? Pero no tenía sentido. ¿Por qué Ann no me dijo nada? Ella era mucho más que un simple polvo. Y sé que yo para ella también. ¿Por qué no confió en mí?

¿Y si el hombre trajeado me ha engañado y me ha vendido que ella es mi hija sin serlo? Eso tenía más sentido. No encontraron al verdadero padre y se lo encasquetaron al primer pringado, o sea, yo. Esa niña no era mi hija por mucho que Harry y Vicky dijeran lo contrario. Así que lo único que tenía que hacer hasta que todo se solucionase era no encariñarme de la niña. ¿Sería capaz de hacerlo?

Me cambié de ropa y me metí otra vez en nuestro cuarto. Harry ya estaba tumbado y la niña no aparecía por ningún lado.

- ¿Al final te ha parecido buena mi idea del sofá? - le sonreí socarronamente y fui hasta donde estaba él.
- No idiota. Está aquí – me paré en seco cuando vi a la niña tumbada en nuestra cama, muy pegada al cuerpo de Harry. - Has tardado tanto que se ha quedado dormida.
- Genial...

Harry me indicó que me tumbara en el otro lado para hacer barrera y que así no se cayera. No me pareció buena idea, pero tampoco tenía ganas de discutir, así que le obedecí. Una vez tumbado, me di cuenta de que el que acabaría cayéndose era yo. Estaba tan apartado de Harry y la niña que cuando él se dio cuenta, me puso su mirada de “acércate, no me seas idiota” y tuve que hacerle caso. Harry pasó un brazo, sin despertar a la niña, y me acarició.

- Estás muy tenso, Dan. Tienes que relajarte y disfrutar de la pequeña – dijo en un susurro.
- No, Hazz, te equivocas. Esta niña no es mía, así que no pienso hacer nada.
- ¿Tanto te cuesta? ¿Qué problema hay? - lo pensé durante unos segundos y, al final, le dije lo que no me había atrevido a decir durante todo el día.
- No puedo quererla, Hazz. Si la quiero y luego me la quitan...
- Eso no lo sabes. Puede ser tuya perfectamente.
- Me da igual. No voy a encariñarme de la niña
- Entonces, ¿qué harás si es tuya? ¿Rechazarla y dársela al orfanato?
- Yo... - odiaba a Harry cuando me hacía sentir culpable. Le odiaba mucho.
- Eres un cobarde.
- No quiero sufrir, Hazz.
- ¿Y Abie? ¿Y yo? ¿Puedes dejar de pensar en ti por un momento y pensar en los demás?
- ¿Y qué cojones quieres que haga?
- Querer a esta niña, aunque no sea tu hija. Quisiste a su madre. La amaste, joder. Aunque no sea tuya, creo que se lo debes a Ann. ¿De verdad prefieres que esté en un orfanato o con una familia que no conocía a Annie? ¿Te has parado a pensar que eres la única persona que conocía perfectamente a su madre? Dan, en tus manos está que crezca recordando a su madre o que la olvide.
- ¿Sabes que te odio mucho cuando te pones así? - Hazz sonrió y se movió sutilmente para poder besarme.

- Pero tengo razón – volvió a besarme y después apagó la luz. - Buenas noches, pecoso.

2 comentarios:

  1. Hola. Lo siento por no poder comentar ayer por la noche. Pero buen aquí estoy. Jajaajja.
    Menos mal que has subido capítulo porque estaba deseando leer algo tuyo. En serio.
    Me ha gustado que sea Junes. Si demasiado. Y si hay una niña pequeña de por medio más.
    Seguro que al final jones se encarrilla con ella... Espero que sea suya porque si no se la quitaran y jones y judd lo pasarán fatal más danny. Creo yo.
    Aaaiiii que mono harry con ala niña....es que me lo imagino y muero de amor.
    Espero que subas rápido la segunda parte que estoy deseando leerlo.
    Un besazo.

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  2. OHHHH acabo de leer estoy y he muerto de amor.
    Me encanta que sea Junes, porque es que son tan monos juntos y encima una historia con una niña de por medio. Yo quiero que esa niña sea de Danny y aunque no lo sea que se la queden porque son demasiado amor con ella.
    Espero que subas pronto, un beso @Mcpiilar.

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