viernes, 24 de agosto de 2012

No sin ti. Capítulo 3


Esta situación empezaba a asustarme. Mi relación con Harry iba a peor, llevábamos un mes que apenas nos tocábamos, ni besos ni nada. Y todo era por mi culpa, llevaba varios días soñando con Danny y no sabía cómo pararlo. Me decía a mí misma que solo eran sueños, pero una parte de mí no estaba segura de eso. Y la peor parte se la estaba llevando Harry.

Esa noche Harry no dormiría en casa, tenía que encerrarse con los chicos para hacer bien su trabajo, o eso decían. Llamé a las chicas pero Beth estaba enferma y Sam estaba de reconciliación con su novio. Así que me tocó salir de fiesta yo solita. Me puse unos pantalones ajustados y una camiseta de tirantes. Un poco de perfume en los puntos clave y ya estaba lista para romper la noche sin nadie a mi lado.

Después de probar en varias discotecas acabé en el bar de siempre. Por lo menos ahí conocía al camarero. Aunque esa noche me dio poca conversación. Cinco copas después noté la presencia de alguien sentándose a mi lado.

  •           ¿Qué haces bebiendo tú sola? ¿No prefieres compañía? – genial, era Danny.
  •           Tú, lárgate y déjame en paz – ni siquiera le miré, seguí bebiendo.
  •           ¿Y si no quiero? – pidió algo mientras me hablaba.
  •           Haz lo que te dé la gana, pero a mí no me hables – me acabé la copa y pedí otra.
  •           ¿Problemas en el paraíso? – su irritable risa me molestó mucho e hizo que le mirara con odio. – Era solo una broma. Harry me lo ha contado todo. Supuse que estarías aquí y he venido a hablar – mi mirada pasó de odio a ira en un segundo. – Tranquila, vengo en son de paz. Solo quiero hablar.
  •           No es el mejor momento.
  •           ¿Y cuándo lo es? – Danny ya tenía su copa por la mitad.
  •           Nunca.
  •           Venga, Zoe. Algún día tendrás que hablar conmigo. ¡Joder! ¡Que somos amigos! – pegó un golpe con el vaso y yo me asusté.
  •           Un amigo no hace esas cosas.
  •           ¿Qué cosas? – el muy tonto no parecía entender nada.
  •           ¿Besar a una amiga? ¿Provocarla después del beso? – y Danny empezó a reírse.
  •           Solo intentaba romper el hielo. Si no recuerdo mal me estuviste evitando durante una semana. Y como en casa de Tom no me dirigiste la palabra, pues decidí jugar un poco.
  •           Eres un maldito imbécil – cogí mi copa y me fui hacia una mesa, alejada de él.
  •           ¿Por qué? Ya te dije que estaba borracho – se sentó a mi lado y me observó con detenimiento. – Espera, hay algo más, ¿no?
  •           Qué listo eres.
  •           ¿Los problemas que tienes con Harry son por mí? – no se lo creía.
  •           Sí, Danny. Por tu maldita culpa no he vuelto a acostarme con Harry. ¿Estás contento? – y rompí a llorar. Me sentía tan culpable e impotente que solo podía llorar.
  •           Pero si solo fue un beso, nada más. Yo iba muy borracho y fui un cerdo. No llores, por favor – no pude resistirme a su abrazo.
  •           Danny, no fue solo un simple beso. Esa noche me miraste de un modo extraño, no sé cómo explicarlo, pero había algo más a parte de una enorme borrachera. Y luego, en casa de Tom – mientras, seguía llorando en su hombro. – Danny, estoy confusa. Y no sé qué hacer.

Estuvimos en aquella postura un buen rato. Ninguno de los dos quería decir nada y estropearlo. Cuando quise darme cuenta, Danny subía unas escaleras conmigo entre sus brazos.

  •           ¿Qué haces? – no tenía fuerzas para librarme de sus brazos, así que me dejé llevar al piso de arriba.
  •           Estabas muy borracha y ya iban a cerrar el pub. Estamos en mi casa – llegamos arriba y abrió una puerta, era su habitación.
  •           Llévame a casa – le dije en un susurro.
  •           No estás en condiciones para explicarle a Harry nada. Además, ya le he dicho que esta noche te quedas a dormir aquí – me depositó suavemente en su cama.
  •           Estás loco – volví a oír cómo se reía.
  •           No irás a dormir con esa ropa, ¿no? Porque no parece muy cómoda – me observaba desde el quicio de la puerta.
  •           ¿Acaso tienes algún pijama mío escondido por ahí? – no tenía la menor intención de quitarme la ropa.
  •           Pijama tuyo aún no, pero tengo una camiseta que sé que te encanta – salió del cuarto y poco después volvió a aparecer con una camiseta en las manos. Sí, tenía razón, adoraba esa camiseta y ya se había convertido en mi pijama cuando dormía en su casa.
  •           Eres odioso – cogí la camiseta a regañadientes y le obligué a que se girara.
  •           Lo sé, pero te encanta que sea así – menos mal que cuando se giró yo ya estaba con la camiseta puesta. No me apetecía que me viera en ropa interior aunque ya lo hubiera hecho otras veces. Esta vez era diferente.

Sin darme tiempo a reaccionar se quitó la ropa y se puso solo un pantalón de pijama. No pude evitar mirar su tatuaje, aquellos dibujos siempre me habían fascinado. Incluso estuve presente cuando se hizo los últimos. Danny se dio cuenta y se sentó a mi lado, poniéndome el brazo delante para que lo pudiera ver mejor.

  •           Adoro tus tatuajes, son perfectos – no podía parar de mirar su brazo. – Aunque ya sabes que el que más me gusta es el que tienes en la parte superior de la espalda. Cuando lo vi por primera vez aluciné.

Con una sonrisa, Danny se giró para que lo pudiera contemplar. Sin saber muy bien cómo, me vi tocando su tatuaje. Rocé cada línea, cada letra de aquella perfección. Al cabo de unos minutos, Danny se volvió a girar y me miró. Otra vez me miraba de aquella manera extraña. Pero esta vez fui yo la que cogió con suma delicadeza su cara.

  •           Tengo que comprobar una cosa – dije antes de besarle y de encender definitivamente esa llama que había en nuestro interior.