sábado, 30 de julio de 2011

Seis

Solo podíamos hacer una cosa, disfrutar. En esos momentos no teníamos agobios, compromisos, jefes pesados, despertadores con canciones odiosas, tráfico a todas horas, estrés. No, no teníamos que preocuparnos por nada de eso. Habíamos dicho adiós a la responsabilidad y a la madurez. Los seis habíamos cogido un barco y nos habíamos ido a donde nada tenía demasiada importancia, el mar. Solo necesitábamos comida, mucha cerveza, un bikini diminuto y muchas ganas de reírnos y pasarlo bien.

La idea del barco fue de Doug. Quería hacer algo especial por el cumple de Mónica y qué mejor que celebrarlo en un barco alejado de todo. La cara de Mónica al descubrir que íbamos a pasar cuatro días viviendo en un barco fue muy divertida. Pasó de “oh dios mío qué diablos es esto” a saltar encima de Doug y no parar de besarle. Estuvimos durante varios minutos riendo. Pero lo mejor fue cuando se enteró de que nosotras también íbamos. Empezó a chillar y a llorar. Siempre hacía lo mismo, cuando algo le emocionaba mucho no sabía si llorar o reír, y siempre acababa haciendo las dos cosas.

Una vez instalados y alejados de la costa, empezó la verdadera diversión. Doug sacó seis cervezas y brindamos.

-Por cuatro días inolvidables – dijo Tom levantando su cerveza. Se acercó a Amaia y le dio un beso en la mejilla.

Hasta la hora de comer estuvimos bañándonos. Nos tiramos todos a la vez, pero Mónica se quedó parada. Desde el agua, nosotros le animábamos para que se tirara. Le decíamos de todo, pero ella no quería. Le daba miedo que nos pasara algo, lo típico de una película, que estando todos en el agua, el barco se fuera. Doug subió por la escalerilla y se puso a su lado.

-¿Qué ocurre pequeña? – le preguntó en el oído.

-¿Y si pasa algo? – le miró a los ojos y Doug le sonrió.

-No va a pasar nada – le dijo cogiéndole la mano.

-Pero, ¿y si…? – no pudo continuar, Doug se acercó y le calló con un beso – No hay quien pueda con eso. Está bien, pero como pase algo será tu culpa y te odiaré siempre – pero no pudo evitar reírse.

-Me parece bien – le tendió la mano y Mónica se agarró muy fuerte a ella. Contaron hasta tres y saltaron.

Después de ese momento, todo fue genial. Hicimos carreras, ahogamos a los chicos, nos ahogaron ellos a nosotras, nadamos, jugamos con una pelota que había traído Doug y nos hicimos fotos con una cámara sumergible. Pero el mar cansa enseguida, así que no tardamos mucho en subir al barco para comer algo.

Tom nos preparó unas deliciosas pizzas precocinadas. Harry sacó más cervezas y Amaia puso música a todo volumen. La comida pasó rápida, entre risas y algún que otro atragantamiento por mi parte. Cuando acabamos, las chicas limpiamos los platos por haber perdido la carrera en el agua. Mientras, los chicos seguían bebiendo y haciendo tonterías. Nos metimos en la pequeña cocina y Amaia se trajo los altavoces, ya que nos tocaba pringar a nosotras, era justo que tuviéramos nosotras la música. Aunque hubo alguna que otra queja, no les hicimos caso. Estuvimos limpiando a ritmo de Cobra Starship.

Cuando todo estaba reluciente, salimos y nos encontramos a Doug y a Harry echando un pulso mientras Tom gritaba a Doug, seguro que había apostado por él.

-¡Nosotras también queremos apostar! – gritó Amaia.

-Yo voy con Harry. Lo siento cariño, pero creo que tiene más posibilidades – y Mónica se puso al lado de Harry.

-Vale, pues yo apuesto por Doug – dije yo, aunque sabía perfectamente quién ganaría. Pero era divertido ver la cara de Harry y de Doug al ver que sus novias no tenían fe en ellos.

-Pues yo… - dijo Amaia mirando a los dos bandos – Yo voy con Harry. Así somos tres y tres. Y quien pierda tendrá que hacer todo lo que los ganadores queramos – y se empezó a reír ella sola.

-¡Va Doug! ¡Gánale! ¡Va! ¡Un poco más! ¡Más fuerte! – empezamos a decir Tom y yo en el oído de Dougie.

-Yo no te digo nada Harry. No lo necesitas – dijo Mónica mirándonos con orgullo.

Y como estaba todo perdido, me acerqué a Harry y empecé a decirle cosas muy sucias en el oído, para distraerle y que Doug le pudiera ganar. Amaia intentó apartarme, pero Tom vino en mi ayuda y la sujetó. Pero también tenían a Mónica, que me empezó a hacer cosquillas y no pude defenderme y continuar con mi ataque. Así que, como estaba previsto, Harry ganó. Tom, Doug y yo pusimos cara de pena como si lo hubiéramos perdido todo. Harry se acercó a las chicas y se chocaron la mano. Eso era lo peor de todo, a parte de la vergüenza de haber perdido, ahora nos tocaría hacer cosas humillantes, porque sabíamos cómo eran. No nos dijeron nada. Se lo tenían que pensar muy bien. Seguro que acabaríamos haciendo cosas muy desagradables.

Por la tarde, volvimos a bañarnos, pero esta vez solo las chicas y Dougie. Tom estaba muy entretenido con su guitarra y Harry se había quemado un poco por la mañana, así que se fue a un camarote y se tumbó un rato. Amaia y yo no tardamos mucho en subir, teníamos los labios morados y empezaba a hacer un poco de frío. Pero como Doug y Mónica podían calentarse mutuamente, se quedaron un rato más. Amaia se acercó a Tom y se sentó encima de él. Éste se quejó porque iba mojada pero terminaron tumbados en la toalla y haciéndose cosquillas. Como no quería interrumpirles, me metí en el camarote donde estaba Harry. Se había quitado los pantalones y la camiseta y estaba boca abajo. Me acerqué sin hacer ruido y me tumbé encima de él.

-¡Buenos días bello durmiente! – y escurrí el agua de mi pelo por su espalda.

-Estás mojada y me estás mojando – dijo casi en un susurro y con los ojos aún cerrados.

-¡Qué listo! Ahora adivina qué llevo puesto.

No tardó ni un segundo en darse la vuelta. Mientras entraba en el camarote me había quitado el bikini. Me sonrió y me giró para quedarse él arriba.

-Espero que no te hayas bañado así. Recuerda que tengo un amigo un poco salido.

-Creo que tu amigo está ocupado con una de mis amigas – y le sonreí.

-¿Y los otros dos? – preguntó con un brillo en sus ojos.

-También están entretenidos – y me reí al ver su cara de satisfacción.

-Mmmm. Perfecto. Así nadie nos molestará – y se acercó a mis labios sin dejar de mirarme.

Un grito me despertó. Era Amaia, quería entrar en el camarote para decirnos algo, pero no quería hacerlo por si interrumpía algo.

-Puedes pasar, tranquila. Tu amiga está durmiendo – dijo Harry dándome un beso y poniéndose los calzoncillos.

-Estoy despierta – me senté en la cama y me puse la camiseta de Harry. - ¡Pasa de una vez! ¡No estamos desnudos!

-Vale, vale. Solo venía a informarte de que vuestro castigo empieza ahora. Toma – y me entregó un delantal. – Ponte esto y ven a la cocina – y le guiñó un ojo a Harry.

-Creo que te lo tienes que poner sin nada debajo, ¿me equivoco? – miró a Amaia y ésta asintió con la cabeza.

-Os odio a los dos – pero obedecí y me lo puse.

Iba muy ridícula. El delantal era el cuerpo de un hombre desnudo. Me esperaba una noche muy larga. Me levanté de la cama pero Harry me cogió del brazo y tiró de mí.

-¿Dónde vas? ¿No me das un beso? – se estaba divirtiendo mucho.

-No – dije enfadada.

-¿Por qué? – y me sentó encima de él.

-Por ser tan fuerte y haber ganado a Dougie.

-Que tonta eres. Sabes que si hubiera sido al revés, algo malo y humillante hubierais pensado seguro – y me cogió de la barbilla para que le mirara.

-No tan humillante. Os habéis juntado los peores – pero él empezó a notar que yo ya no estaba enfadada. Y que en el fondo yo también iba a pasármelo bien.

-Haber apostado por mí – y no me dejó hablar. Me acercó y me dio un beso tierno.

Nos levantamos los dos y nos dirigimos a la cocina cogidos de la mano. Cuando entramos, no pude evitar soltar una carcajada. Amaia estaba en un lado de la cocina sin poder aguantar la risa. Y Mónica estaba delante de Tom y Dougie haciéndoles fotos. Ellos llevaban lo mismo que yo, pero en vez de hombre, el delantal era de mujer. Estaban muy graciosos. Encima, no paraban de hacer poses y Mónica no paraba de hacerles fotos. Harry me empujó un poco y me quedé en medio de Tom y Doug. Miré con odio a Mónica y ella me sonrió. Ella también se lo estaba pasando muy bien, y esto solo era el principio.

Mientras Harry, Amaia y Mónica bebían, hacían fotos y se reían, nosotros hacíamos la cena. Pensamos en escupir en la suya, pero sería demasiado cruel. Sacamos las cosas y empezamos a cenar. Mónica y Amaia se miraron. No me gustaba nada cuando se miraban de esa manera. Algo tenían planeado.

-Soltadlo de una vez. ¿Qué vais a hacernos ahora? – dije cogiendo el tenedor para empezar a cenar.

-Yo que tú soltaría el tenedor – dijo Amaia sin poder parar de reírse.

-¿Por? – pregunté dejándolo al lado del plato.

-Mejor, dádmelos. No me fío de vosotros – dijo Mónica y extendió la mano para que nosotros les diésemos los tenedores.

-¿Y cómo cenamos? ¡Es pasta! – preguntó Doug.

-Espera, eso no es todo – esta vez fue Harry el que intervino. Se levantó y desapareció. Nosotros estábamos alucinando. Cuando volvió, traía cuerdas.

-¿Y eso? – pregunté.

-Os vamos a atar las manos. Solo podéis cenar con la boca, sin utilizar nada más – y pareció gustarle la idea a Mónica y Amaia, porque asintieron y se volvieron a reír.

Harry me cogió los brazos y me los puso en la espalda. Me ató y me dio un beso en la nuca. Como si eso mejorara las cosas. Amaia ató a Tom y Mónica a Doug. Cuando ya estaban contentos, cogieron los tenedores y empezaron a cenar. Nosotros nos miramos y con miedo empezamos a comer como pudimos. Era complicado y, encima, nos estábamos pringando mucho. Ellos casi no podían cenar, no paraban de reírse. Cuando terminamos nos dimos la vuelta esperando a que nos soltaran. Teníamos toda la cara llena de tomate, pero teníamos claro que nos íbamos a vengar. Nos desataron y cuando tuvimos oportunidad nos lanzamos contra ellos. Tom y Doug lo tenían más fácil, pero a mí me costó un poco llegar a la cara de Harry. Oía gritar a Mónica y a Amaia, ya tenían toda la cara llena de tomate. Pero Harry no tenía ni una sola mancha. Llamé a los chicos y vinieron a ayudarme, ya que era el único que estaba limpio. Le agarraron como pudieron y me allanaron el camino. Me acerqué lentamente a su cara cuando oí a Doug suplicándome para que me diera prisa. Acorté la distancia rápidamente y empecé a besarle. Harry ponía cara de asco, pero no parecía importarle demasiado. Dejé de besarle y empecé a restregarme por todas partes. Por fin había acabado igual de sucio que nosotros. Pero la cosa no acabó ahí. Harry se soltó y fue a por mí. Me escondí detrás de las chicas, pero como estaban en su bando, se abrieron y le dejaron pasar. Intenté huir pero él me cogió enseguida. Intenté escaparme, pero fue en vano. Empezó a darme pequeños besos por todas partes. Ahora era él el que me estaba manchando. Se acercó al borde del barco e hizo amago de tirarme.

-Ni se te ocurra – le dije adivinando sus intenciones.

-Me has manchado, ahora tienes que pagarlo. Además, así te limpias un poco, que tienes la cara muy guarra – y empezó a reírse.

Pero no tuvo tiempo de hacer nada. Tom y Doug se habían ido acercando poco a poco. Y nosotros no nos habíamos dado cuenta. Harry notó algo y fue a girar la cabeza, pero fue tarde, le empujaron y caímos los dos al mar. Cuando salimos a la superficie, vimos a todos riéndose. Harry intentó tirarles agua, pero no consiguió mojarles. Me acerqué a Harry para agarrarme a él, pero me di cuenta de una cosa.

-Oh, oh. – fue lo único que dije.

-¿Qué pasa? – me preguntó él volviéndose a mí y mirándome preocupado.

-He perdido el delantal. No lo tengo – y busqué por todas partes, pero no lo encontré. Y Harry lo único que hizo fue reírse.

-¿Por qué tanta risa? – preguntaron en el barco.

-A la inútil de mi novia se le ha caído el delantal. Y ahora está completamente desnuda – y se arrimó a mí mucho y me susurró en el oído. – Creo que tampoco es tan malo, ¿no?

-¿Primero me llamas inútil y luego intentas seducirme? – y me alejé un poco.

-¿Funciona? – y me cogió por la cintura.

-No.

-¿Te has enfadado? – me acercó un poco más a él.

-Sí – y miré para otro lado, pero él me cogió y me besó.

-¿Y ahora? ¿Ha disminuido o aumentado?

-Mmmm – y sin dejar que él siguiera, me acerqué y le besé. Me agarré muy fuerte a él y le besé con furia, con pasión, con deseo.

-Espera, igual seguimos teniendo espectadores.

-No. Hace rato que se han ido – y volví a besarle.

Mientras, en el barco, Doug y Mónica se habían ido a dormir, y Tom y Amaia se habían tumbado en una toalla y estaban mirando las estrellas.

-Te he echado mucho de menos – dijo Amaia.

-Lo sé. Un mes es demasiado tiempo – y cogió su mano para darle un beso.

-¿Cuándo os volvéis a ir? – pero Amaia sabía la respuesta.

-El lunes.

-No quiero que te vayas – y apoyó la cabeza en el pecho de Tom.

-Ven conmigo. Serán solo tres días – y los dos se incorporaron.

-No lo sé, Tom. ¿Y el trabajo? ¿Y las chicas?

-Ellas se pueden venir, y el trabajo… Di que estás mala – y sonrió.

-No puedo hacer eso. Ya lo hemos hablado. Tu deber es viajar, el mío es quedarme aquí.

-¿Me prometes una cosa? – dijo Tom cogiendo a Amaia y sentándola encima de él.

-Cualquier cosa – y le miró para que continuara hablando, ya que se había quedado callado.

-Si en algún momento te sientes sola, y las chicas no pueden estar contigo por lo que sea, llámame y yo volveré. – pero Amaia no parecía muy convencida. – Por favor.

-Te lo prometo – y se besaron.

Cuando ya no había nadie en la cubierta, Harry subió por las escalerillas y me gritó para que subiera. Cogió la primera toalla que vio y la abrió.

-Va, sube. Que no hay nadie.

-Es que hace mucho frío – dije tiritando.

-¿Prefieres dormir con los peces?

-¡No! Ya voy.

Y empecé a subir poco a poco. Pero el viento hizo que la escalerilla se moviese muy fuerte y yo empecé a gritar. Harry me dijo que no pasaba nada, pero yo estaba muerta de miedo y no podía moverme. Los chicos salieron al oír mis gritos, pero Harry los tranquilizó y les contó lo que había pasado.

-¡No pienso subir si no se van! – grité para que todos me oyeran.

-¿No podemos verte desnuda? – preguntó Doug.

-¡Mónica! ¡Al final pegaré a tu novio por decir estupideces! – pero yo seguía sin moverme.

-Tranquila, ya le he dado yo una colleja. Va, sube, que Tom y Doug se han ido.

-No me lo creo – y hacía bien en no creérmelo, porque de repente se oyó la risa de Tom.

-¡Tom! ¡Sé que estás ahí! No pienso subir.

-Tíos, será mejor que os metáis dentro. Se va a enfriar y si se pone mala no será nada divertido – y después de unos segundos. – Pequeña, te prometo que ya no están. Puedes subir.

Y poco a poco fui subiendo, hasta que llegué a la altura de Harry que me cogió y me arropó con la toalla.

-Será mejor que te lleve al camarote, estás tiritando – y me llevó dentro, donde se oían las risas de Tom y Doug al pasar nosotros por sus camarotes.

-Mañana me las vais a pagar – pero no sonó muy convincente, porque empecé a estornudar, lo que aumentó sus risas.

Harry me tumbó en la cama y me sacó un pijama de mi maleta. Me ayudó a ponérmelo, se quitó la ropa y se tumbó a mi lado.

-Buenas noches – y me besó en el hombro.

A la mañana siguiente, nos despertamos relativamente pronto. Cuando nos levantamos, los demás ya estaban bañándose. Harry preparó un poco de café y yo me puse el bikini, aunque no tenía muchas ganas de bañarme. Me tumbé en la toalla y tomé un poco el sol. Como no había dormido mucho por la noche, me quedé dormida, hasta que noté que dos cuerpos se tiraban encima de mí.

-¿Qué demonios? – abrí los ojos muy rápido y vi a Tom y Doug encima de mí, mojándome. - ¡Ya os estáis largando de aquí!

-¿O qué? – preguntó Doug, dispuesto a hacerme cosquillas.

-O mueres – e intenté levantarme.

Pero no me dejaron, empezaron a hacerme cosquillas, pero terminaron cogiéndome y llevándome en volandas para tirarme al mar. Mónica y Amaia seguían en el agua. Seguro que también había sido cosa suya.

-¡Soltadme! ¡Joder, que no me apetece bañarme! – pero no me hacían caso. - ¡Harry!

-¿Por qué tanto grito? – preguntó Harry con dos tazas en las manos.

-Tu novia, que está loca – dijo Doug.

-Diles que me suelten – y le miré suplicante.

-Va, dejadla. Creo que ayer tuvo suficiente.

Y, sin poder creérmelo, me soltaron. Me fui hacia Harry, pero me giré y les saqué la lengua antes de que se tiraran al agua. Nos sentamos y nos tomamos el calentito café. Vi la cámara de Mónica y la cogí, me apetecía hacer fotos, y la mía estaba en el camarote. Le hice varias fotos a Harry, luego hice alguna de los dos y acabé haciéndoles a los demás. Cuando hacían el tonto estaban realmente graciosos.

Como no salían del agua, me ofrecí para hacer la comida. Harry se negó al principio, pero con algún que otro beso, terminé convenciéndole. Hicimos una sana ensalada, pero lo complementamos con muchas patatas y mucho alcohol. Después, sacaron unos helados y nos los tomamos mientras nos reíamos del pringue que estaba formando Doug.

Por la noche no pudimos hacer gran cosa. Los chicos no habían mirado el tiempo, y la tormenta nos pilló por sorpresa. Pasamos un poco de miedo, pero supimos llevarlo bien. Jugamos a las cartas, Tom nos cantó alguna canción, Mónica nos hizo alguna foto, y cuando la tormenta cesó, nos fuimos a dormir. Había sido una noche demasiado movida como para alargarla mucho.

Nos despertamos muy pronto. Harry, Amaia, Tom y yo fuimos al camarote de Mónica y Doug. Entramos intentando hacer el menor ruido posible y cuando ya estábamos todos dentro, nos tiramos encima de ella y empezamos a gritar y a hacer mucho ruido.

-¡Felicidades! – empezamos a decir todos.

-¡Despierta cumpleañera! ¡Hoy es un gran día! ¡No lo malgastes durmiendo! ¡Arriba dormilona!

-Sois odiosos – Mónica seguía tumbada y con la cabeza debajo de la almohada, intentando no oírnos, pero eso era imposible.

-¡En diez minutos te queremos preparada o vendremos a molestarte otra vez! – dijo Amaia. Y salimos del cuarto.

Cuando nos fuimos, pudimos oír parte de la conversación de Mónica y Dougie.

-No es justo – dijo Doug.

-¿El qué? – preguntó Mónica quitándose la almohada de la cabeza.

-Ellos te han felicitado antes que yo – y se cruzó de brazos.

-Bueno, pero seguro que me gusta más tu manera de felicitarme – y se puso a su lado, mirándole a los ojos.

-Cierto, seguro que no me superan en eso – se giró y empezó a besarla con mucha intensidad. Pero tuvieron que parar, porque alguien gritaba desde fuera del camarote.

-¡He dicho diez minutos! – gritó Amaia, pero sin dejar de reírse.

-¡Vale! Aguafiestas… - Doug se levantó, cerró la puerta y volvió a sentarse junto a Mónica, le dio un rápido beso y le susurró en el oído. – Felicidades.

Nosotros estábamos fuera, con el desayuno preparado y esperando a que salieran. Menos mal que no pasaron más de diez minutos, si no, nos veía entrando a por ellos. Salieron con una gran sonrisa cada uno y Mónica se dejó abrazar y besar. Le tiramos de las orejas e hicimos que se sentase para desayunar. Cuando estábamos ya todos comiendo, nos miramos los cuatro y empezamos a cantar cumpleaños feliz. Mónica dejó de desayunar y empezó a ponerse muy roja.

-Aquí tienes nuestro regalo – dije yo. – Es de parte de los dos.

Abrió el paquete y cuando vio lo que había dentro, su cara de asombro nos hizo sonreír. Cogió la cámara que había dentro y no paró de mirarla.

-Es una pasada. Gracias chicos. En serio, una pasada. Es preciosa.

-Ya era hora de que jubilaras a la tuya – dijo Harry.

-Es nuestro turno – dijo Amaia. Y Tom le entregó un sobre.

-No me lo puedo creer – dijo sacando lo que había dentro. - ¡Disneyland Paris! ¿De verdad? ¡Ay! Gracias, gracias, gracias, gracias – y se levantó para abrazarnos a los cuatro.

Y después de eso, empezó a sonar su teléfono. Lo cogió y sonrió al ver quién era. Descolgó y lo puso en manos libres.

-¡Hola Danny!

-Hola cumpleañera. ¡Felicidades! ¿No pensarías que se me había olvidado, eh?

-¿Seguro que nadie te lo ha chivado? – y miró a Tom.

-Culpable – y empezó a reírse.

-Joder, Tom. No se puede contar contigo para nada – pero Danny no parecía estar enfadado, sino todo lo contrario.

-A mi chico menos, ¡eh! – empezó a decir Amaia.

-Hola a ti también simpática.

-Creo que será mejor que me aleje de vosotros. ¡Me ha llamado a mí! – y Mónica se volvió a levantar y se fue.

Después de un rato, volvió con una sonrisa y se sentó. Nos dijo que Danny le había dicho que tenía una sorpresa esperándole en Londres y que seguro que le gustaría. Terminamos de desayunar y recogimos todos menos Mónica y Doug.

-Tranquila, tu regalo te lo daré luego, en la intimidad – y le puso ojitos.

-Eres un payaso – le dijo dándole un beso.

Nos tiramos todos al agua menos Mónica, quería estrenar su cámara de fotos. Después de hacernos unas cuantas, la dejó en un lugar seguro y se tiró ella también. Estuvimos bastantes horas en el agua. Era muy divertido cuando estábamos los seis juntos. No había ningún momento en el que nos aburriéramos o no supiéramos qué hacer.

Cuando decidimos que teníamos la piel suficiente arrugada, salimos del agua. Esta vez fueron Amaia y Tom los que prepararon la comida. Mientras la hacían, nosotros bebíamos y nos hacíamos fotos. Tendríamos que meter estas fotos en una caja fuerte, si el resto del mundo las viese, se asustarían demasiado y nos tacharían de locos y salidos. Aunque tenían razón, nos encantaban las locuras y alguno que otro estaba bastante salido.

Comimos entre más risas, bromas y lágrimas de Mónica. Era su cumpleaños, pero cada vez se acercaba más a los treinta, y ya sabemos lo que nos pasa a las mujeres cuando cumplimos esa edad. Doug le empezó a hacer mimos y a darle besos, pero eso lo único que consiguió fue más burla por nuestra parte.

-Tenéis un camarote. ¡Usadlo! – dijo Harry.

-Eso, eso. Que nosotros somos aún jóvenes y no podemos ver esas cosas – dijo Amaia. Y yo le di la razón.

Se levantaron y se dirigieron al camarote.

-Yo que vosotros no entraría durante un buen rato – dijo Doug con una sonrisa.

-Cierto, ahí dentro pueden pasar cosas que no deben ver los niños. Así que mejor no paséis muy cerca o tendréis pesadillas para el resto de vuestras vidas – y entraron cogidos de la mano y riéndose.

Nosotros tuvimos que quedarnos fuera durante lo que nos parecieron horas. Jugamos a las cartas y pensamos en lo que podríamos hacer para cenar, ya que era nuestra última noche y tenía que ser algo especial. Volvimos a apostar y, por suerte, ganamos nosotras. Les tocaba hacer la cena a los chicos y, lo que era mejor, lo tenían que hacer con ropa nuestra.

Cuando volvieron los amantes, les contamos lo que había pasado y Doug se quejó. Pero no le quedaba otra. Era eso, o alguna cosa bastante peor. Aceptaron y fuimos a buscar algún modelito que les entrara. Cuando salieron, Mónica cogió su cámara e inmortalizó aquel maravilloso e inolvidable momento. Doug llevaba una falda muy corta y arriba llevaba el bikini. Tom llevaba el pantalón del pijama de Amaia, que era rosa, y arriba llevaba un sujetador y una camiseta de tirantes. Y Harry, llevaba un vestido muy ceñido y que no dejaba nada a la imaginación. Les hicimos varias fotos y les dejamos que preparasen la cena. Nosotras nos metimos en mi camarote, que era el que estaba más alejado y decidimos ponernos guapas. Nos arreglamos, nos maquillamos y nos peinamos un poco. Entramos en la cocina y casi les da algo al vernos. Estaban los tres con la boca abierta.

-No es justo – dijo Doug.

-Claro que sí – dijo riendo Amaia.

-Miraos y miradnos. No es nada justo – fue Tom el que habló.

-Justo y divertido – dije yo acercándome a Harry y dándole un beso.

-¿Queda mucho para la cena? Tenemos hambre – se quejó Mónica.

-Si sois tan amables de salir de aquí, tendréis la cena en nada – dijo Harry dándome una palmada en el culo y señalándonos la puerta para que nos fuéramos.

Salimos, nos acercamos a la barandilla y observamos el mar. Estaba muy tranquilo. Estuvimos un rato en silencio, hasta que Mónica lo rompió.

-Vamos a vivir juntos.

-¡Ya era hora! – dije yo muy emocionada.

-¿Y eso? – preguntó Amaia.

-Cuando nos hemos ido al camarote, me ha dado las llaves de un piso. Por fin se ha decidido, ya creía que esto no tenía futuro.

-Tienes que entenderlo, para él es un paso difícil. Pero sabes que si no te quisiese no lo habría hecho.

-Lo sé. Y cada día me lo demuestra más – ya no había tristeza en sus ojos.

Pero algo nos interrumpió. Estaban saliendo los chicos con los platos en las manos. Nos dimos la vuelta y empezamos a reírnos otra vez. Estaban demasiado monos con esa ropa. Pero hacía un poco de frío y ya habíamos tenido suficiente.

-Podéis cambiaros – dijo Amaia.

-Jo, ahora que empezaba a gustarme – siempre que hacía eso, Doug parecía un niño pequeño.

-Puedes quedarte así si quieres – le dijo Mónica con una sonrisa traviesa.

-Creo que no. Aquí hace más frío que en la cocina.

Y entraron para ponerse algo más varonil. Cuando salieron, fuimos nosotras las que nos quedamos sin habla. Estaban guapísimos y muy elegantes. Se acercaron a nosotras y nos dieron un beso antes de sentarnos todos a cenar. Mas que cenar estuvimos bebiendo durante toda la noche. Era la última y teníamos que aprovecharla. Cuando recogimos, Harry cogió las cartas y se volvió a sentar.

-¿Os hace un strip poker? – y empezó a barajar.

-¡Yo sí! – dijeron a la vez Tom y Doug.

-¿Y vosotras chicas?

-Vale, pero no vale hacer trampas, que os conocemos – dijo Mónica.

Nada más empezar, Doug se tuvo que quitar la chaqueta. Siempre era el primero en quitarse algo. Después me tocó a mí, nunca se me había dado bien jugar a ese juego. Como siempre, Harry era el último en quitarse alguna prenda. Pero esta vez no ganó. Fue Mónica la triunfadora, aunque todos nos quedamos en ropa interior.

Íbamos bastante borrachos, así que, ante la propuesta de meternos en el mar, no hubo ninguna queja. Ya en el agua, empezamos a hablar de cosas que en teoría, tendrían que ser importantes. Hablamos del futuro, de nuestras respectivas relaciones, del trabajo de los chicos, de su próximo viaje. Y luego pasamos a cómo llamaríamos a nuestros hijos. Sin darnos cuenta amaneció, y nosotros en el agua. Amaia empezó a llorar porque siempre había querido ver el amanecer y Tom le dijo molesto que ya lo había visto con él. Pero como todavía estábamos borrachos, a nadie le importó. Había sido un amanecer perfecto. Estábamos donde queríamos y con la gente que queríamos. Cuando Mónica dijo que había notado que algo le había tocado la pierna, no nos lo pensamos mucho, subimos uno detrás de otro. Nos metimos en los camarotes y dormimos hasta la hora de comer.

Fue Amaia la que nos despertó. Era la que mejor llevaba la resaca. Puso música y empezó a entrar en los camarotes dándonos los buenos días. Le tiré la almohada y ella la esquivó riéndose. Se fue a por la siguiente pareja y yo seguí durmiendo. Le quité la almohada a Harry y éste se quejó.

-¿Pero qué haces?

-Coger una almohada. Por si no te has dado cuenta la mía está en el pasillo – y volví a cerrar los ojos.

-Esa es mía, dámela si no quieres pagarlo – y fue a quitármela, pero yo me di la vuelta y le chupé en toda la cara. – Eres una cerda.

-Lo sé. Pero me quedo con la almohada. Si quieres vete a dormir con Tom, ahora mismo estará solo.

-Como quieras – y fue a levantarse, pero me adelanté y me agarré a él. - ¿Qué haces?

-No dejarte ir. ¿Te parece mal? - empecé a darle besos por el cuello.

-Eres un poco bipolar. Primero me dices que me vaya y luego no me dejas irme – pero en ese mismo momento, vimos a Amaia pasar por delante de nuestro camarote bailando y cantando.

-Sí, tu novia es bipolar. ¡Pero dale un beso y verás lo rápido que te dice sí a todo! – dijo tirándonos la almohada.

Harry le hizo caso y fue a darme un beso. Pero yo no me dejé. Me metí entre las sábanas y esperé a que él hiciera algo, pero nada. Asomé la cabeza y no le vi por ninguna parte. En ese momento oí el grifo de la ducha.

-¿Harry?

-Estoy en la ducha, si quieres algo ya sabes dónde estoy.

-¿Estás enfadado? – pero no respondió.

Fui al baño y entré sin llamar. No se estaba enjabonando ni nada, simplemente estaba debajo del chorro de agua. Antes de entrar le miré de arriba abajo.

-Tienes un culito muy mono.

-¿Solo vas a decirme eso? – dijo sin abrir los ojos.

-No te enfades tonto – y me metí en la ducha. Me acerqué y besé su espalda. Él se estremeció pero no hizo nada. Volví a intentarlo. Puse mi dedo en su nuca y fui bajando poco a poco. Cuando llegué a su zona sensible, justo encima del culo, se giró bruscamente y me besó. Y cuando me dejó respirar, me acerqué a su oído y le susurré. – Te quiero.

-Y yo a ti, pequeña.

Cuando salimos de la ducha, la comida ya estaba preparada. Era un intento de lasaña de Dougie, pero con bastante ayuda de Mónica. Nos sentamos y comimos muy despacio. Sabíamos que en unas horas volveríamos a la vida real y ninguno quería. En ese momento, Tom gritó.

-¡Eh! ¡No tenemos ninguna foto de los seis!

-Es verdad, Mónica ¿y la cámara? – pregunté yo.

-Colocaos y yo la voy poniendo – y se levantó para colocarla en algún sitio.

Y después de varios intentos, conseguimos hacer la foto perfecta, donde los seis estábamos riendo y donde se notaba que ninguno podíamos vivir sin los otros cinco. Terminamos de comer y pusimos rumbo a casa. Habían sido unos días fantásticos, cortos pero inolvidables.

jueves, 3 de marzo de 2011

Libertad

Querido diario.
Hoy hace dos semanas que llegué a casa. Mamá no me quita ojo, cada vez que salgo de mi habitación se asoma al pasillo y me mira. Papá no me dirige la palabra, no se atreve. Mani viene todas las noches a mi cama y me da un beso de buenas noches. Incluso Café no se separa de mi lado.
No hago nada. Solo como y duermo. Ni siquiera me quito el pijama para estar en casa. Lo único que hago es leer, leer y leer. ¿Será que la lectura es mi única vía de escape?
Me ha dicho el médico que escriba todos los días en este diario, pero como verás no le he hecho caso, hasta hoy. Supongo que a veces una no tiene otra escapatoria que la de escribir. Plasmar en una hoja los sentimientos, los temores, las pesadillas, las ilusiones. ¿Mi ilusión? Escapar de aquí.
Mamá me decía antes que yo era su ángel, y que cuando yo quisiera, abriría las alas y volaría todo lo alto que pudiese. Ahora solo quiere que me quede encerrada en mi cuarto, sin salir, sin volar. Todo el mundo me pide lo mismo, que me quede. Mani me trae todas las tardes un dibujo donde salimos las dos, dibujadas con una gran sonrisa. Creo que lo hace para que yo le devuelva la sonrisa. Me acuerdo cuando Mani nació. Nevaba. Yo estaba en clase y vino la directora. Recogí mis cosas y salí con ella. Entonces me preguntó: "¿No estás feliz? Vas a tener una hermanita".
Creo que ha sido mala idea empezar este diario. Ya se lo dije a mamá, no me serviría, pero ella insistió. Solo llevo dos hojas y ya no me apetece escribir más. Cuando era pequeña escribía todo lo que se me ocurría, historias de amor, poesías, canciones... Pero ya no. No me gusta que el médico me haya pedido esto, luego lo leerá y no me dejará en paz.
Todos dicen que hace dos semanas empecé a vivir otra vez. No me gusta la palabra vivir, porque en realidad no he vivido, he estado encerrada, y eso no es vivir. Quiero que estas paredes desaparezcan, que toda la casa desaparezca. Abro mis alas y vuelo. Vuelo muy lejos, donde nadie me pregunta cómo estoy, donde no tengo que hacer nada. Me gusta esa palabra: nada. La nada, donde todo empieza y todo acaba. No quiero seguir escribiendo este absurdo diario. Creo que ya he terminado. Voy a abrir mis alas, y esta vez nadie me lo va a impedir.