jueves, 13 de febrero de 2014

New life 2

A las siete en punto sonó el despertador. Miré a mi lado y no vi a nadie. Me levanté y, tras ponerme las zapatillas, salí en busca de Harry y la niña.

- Buenos días dormilón – dijo un sonriente Harry.
- ¿Dormilón? ¿En serio? - me acerqué hasta él y vi una de las escenas más bonitas que había visto nunca, aunque jamás lo admitiría. Estaban los dos en el sofá, sentados con las piernas cruzadas, él comiendo sus cereales y ella tomando su biberón. - ¿Desde qué hora llevas levantado?
- Cinco y media – dijo mirándome pero después siguió viendo los dibujos de la tele. - Abie no quería dormir más, ¿verdad?
- ¡Dibus! - fue toda su respuesta.

Fui a la cocina y me preparé un café bien cargado o estaría todo el día dormido. Me puse cereales en un cuenco y, una vez todo listo, me reunió con los dos madrugadores. Cuando terminamos de desayunar, Harry se fue hacia la ducha y yo volví a quedarme a solas con la niña. Ella me miraba expectante. Y hasta que no posó sus enormes ojos en mi guitarra no supe lo que quería.

- ¿Quieres tocarla? - ella asintió.

Me levanté y cogí la guitarra. Seguía sin hacerme gracia que una niña tan pequeña y peligrosa la tocara, pero era eso o verla llorar. Así que la puse con mucho cuidado a su lado y esperé a que ella reaccionase.

- ¿Te gusta? - pregunté mientras veía cómo ella disfrutaba tocando las cuerdas.
- Es divertida – contestó la niña sin dejar de sonreír.
- ¿Quieres...? ¿Quieres que te enseñe a tocarla? - Abie asintió con su cabecita y esta vez fue ella la que esperó a yo la tocara. - Ven, siéntate conmigo.

Abie se me sentó en las piernas y giró la cabeza para mirarme. Cogí su mano derecha y, ayudándola, rasgué las cuerdas mientras yo presionaba las del mástil. Cuando ella descubrió que no era el mismo sonido de antes, empezó a reírse y a pedirme que lo repitiese una, y otra y otra vez. No parecía cansarse nunca. Era como yo cuando tenía su edad.

- ¿Lo ves? Quererla es muy fácil – dijo Harry desde la puerta le baño.
- ¿Eh?
- Esa sonrisa tonta te delata – me guiñó un ojo y se fue a la habitación.

Cuando Harry terminó de arreglarse hice yo lo mismo. Yo no trabajaba pero no pensaba quedarme todo el día en casa y que Abie rompiese algo o bebiese algo que no debiera.

- ¿Estás seguro, Dan? - Harry parecía preocupado por tener que dejarnos solos. - Puedo tomarme el día libre.
- Vete ya, pesado – le dije con una sonrisa bien amplia. - Abie y yo estaremos bien, ¿verdad?
- ¡Sí! - agarró con una mano el dinosaurio de juguete y con la otra agarró mi mano.
- ¿Seguro...?
- ¡Que sí! - le empujé para que saliera de casa, pero él me retuvo y me besó.
- Nos vemos a la hora de comer – se agachó para estar a la altura de Abie y le dio un beso en la frente. - ¿Prometes cuidar de Rex y de Danny?

Abie asintió y, tras soltar mi mano, abrazó a Harry.

Después de comprobar que lo llevaba todo, salimos de casa y nos dirigimos al parque, donde nos esperaban Max y Vicky.

- Es una niña preciosa – dijo mi hermana mientras Max y Abie jugaban y nosotros les vigilábamos desde un banco.
- ¿Y si no es mía? - Vicky me miró frunciendo el cejo. - No me des tú también la charla. Sé que puedo quererla igual, pero...
- ¿Pero?
- Vicks, sabemos que tíos como nosotros lo tenemos difícil para adoptar.
- ¿Tíos como vosotros?
- Gays.
- Ajá – se quedó un momento callada mirando a su hijo y luego volvió a mirarme. - ¿Dónde está el Danny luchador? ¿El que iba a por todas y no tiraba la toalla nunca?
- Joder Vicky. No es lo mismo luchar por un sueño que luchar por una niña.
- ¿Ah no? - yo negué. - ¿Y por qué no?
- Si fracasaba en mi sueño, sufría yo y solo yo. Pero aquí hay más personas en juego. Está Abie... Harry... No quiero que sufran por mi culpa.
- Señoras y señores, ¡mi hermanito ha madurado! - se rió durante lo que me pareció un siglo y después continuó hablando. - O sea, prefieres tirar la toalla antes de empezar. Prefieres que Hazz y la pequeña sufran sí o sí, ¿no?
- Joder, visto así...
- ¿No crees que, en el hipotético caso de que ella no sea tu hija, es mejor hacer todo lo posible para que se quede a tu lado y no tirarla como si fuera un perro y ya no te sirviera?
- Supongo que tienes razón.
- ¿Entonces... vas a quererla? - me preguntó Vicky mientras se ponía de pie.
- Ya lo hago – una sonrisa se apoderó de mis labios. - Ha pasado un día y ya la quiero.
- Pues lucha por ella – me dio un abrazo y después fuimos a por los niños.


Los días iban pasando y Abie ya se había ganado nuestro corazón. Tan solo habían pasado unos días, pero esa niña tenía algo especial. Estabas cinco minutos con ella y ya no querías alejarte. Se había convertido en alguien muy importante tanto para mí como para Harry. Incluso Vicky estaba enamorada de la pequeña. Se pasaba horas enteras en nuestra casa. Y gracias a ella y a Hazz tenía cada vez más claro que lucharía por Abie. Me daba igual si llevaba mi sangre, porque aquella niña de tres años, ya era una Jones.

El jueves llegó rapidísimo.

Ni Harry ni yo pudimos dormir, estábamos muy nerviosos. Después de arreglarnos, cogimos unas magdalenas para después del pinchazo y esperamos a que el hombre trajeado llamara al timbre. Menos mal que no tardó demasiado.

- ¿Están listos? - Harry y yo nos miramos y asentimos. - Bien, entonces vayamos.

El hombre trajeado nos llevó en su coche. Harry se sentó delante y yo me senté detrás junto a Abie. Menos mal que lo hizo, porque yo no hubiera sido capaz de seguir la conversación. Estaba nervioso, asustado. Estaba acojonado. Harry parecía más tranquilo, pero sabía perfectamente que estaba de los nervios. Abie, en cambio, estaba muy tranquila. Jugaba con el dinosaurio que le había dejado Harry y, de vez en cuando, me miraba y sonreía. ¿Acaso no veía lo asustado que estaba? ¿O es que estaba intentando tranquilizarme? Menudas chorradas se me ocurrían. Una niña tan pequeña no era capaz de entender lo que pasaba realmente a su alrededor, ¿o si?

- Ya hemos llegado.

Esa frase hizo que dejara de respirar durante varios segundos. No quería bajar del coche. No quería seguir al señor trajeado hasta dentro del edificio. No quería que me sacaran sangre. No quería que hicieran daño a Abie con la aguja y llorara.

No quería que me la quitaran.

Harry, sabiendo que yo no iba a ser capaz, dio la vuelta al coche y cogió a Abie en brazos. Yo, con la mano trémula, abrí la puerta y salí. Miré a mi alrededor. Gente paseando, niños cogidos a sus padres y riendo por cualquier tontería, coches parados dejando pasar a dos ancianos que se sonríen y caminan lentamente porque la edad no les permite ir más rápidos. Todos ajenos a lo que iba a pasar dentro de aquel edificio. Todos menos Harry, el hombre trajeado y yo. Ojala no hubiera tenido que hacerlo.

Las piernas me temblaban, así que me agarré al brazo libre de Harry, por si me caía y, por fin, entramos en la clínica. El hombre trajeado habló con la recepcionista y ésta le señaló un pasillo.

- Por aquí – nos dijo él.

Le seguimos. De vez en cuando miraba a Abie y veía que seguía sonriendo. Quién fuera niño.


El hombre se paró delante de una puerta cerrada y llamó con los nudillos. Una enfermera la abrió y nos dijo que pasáramos. El último fue el hombre trajeado que, tras él, cerró la puerta, dándonos un poco de intimidad.

- ¿Quién es el señor Jones? - preguntó una enferma. Yo levanté la mano y después, la seguí a una habitación. - Bien, será rápido.

Me quité la chaqueta y la dejé sobre la camilla. Me subí la manga de la camiseta aunque no hiciera falta y conté los segundos hasta que la enfermera me pinchó. Cuando acabó, me puso la tirita y me dijo que saliera y esperara. Obedecí y, fuera de ese cuartito, estaba Harry con las manos vacías.

- ¿Y Abie?
- Otra enfermera se la ha llevado – dijo mientras me besaba tiernamente. - ¿Estás bien?
- Eso creo – me senté a su lado y esperé.

Cinco minutos después, una enfermera entró en la sala con Abie de la mano. La pequeña sonreía y, cuando llegó hasta nosotros, nos enseñó la piruleta que se estaba comiendo. Se sentó en mi regazo y así estuvimos hasta que el hombre trajeado, el cual había desaparecido, entró en la sala y nos dijo que tardarían una hora en darnos los resultados. Harry bufó pero se le pasó el enfado cuando Abie pasó de mis piernas a las suyas. Nos dijeron que podíamos esperar en recepción, así que ahí fuimos. Nos sentamos en uno de los sofás y esperamos.

Y esperamos.

Pasó una hora y nada. Las enfermeras pasaban de largo y el hombre trajeado había vuelto a desaparecer.

Pasó otra hora y nadie venía. Harry se levantó y habló con la recepcionista. Ésta hizo un par de llamadas y le dijo que en veinte minutos estarían los resultados.

- ¿Veinte minutos? - dejé caer la cabeza hacia atrás y me tapé la cara. - No puedo más.
- Lo sé, cariño, pero hay que esperar – se acercó a mí y me abrazó.

De repente, mi móvil vibró. Era un mensaje de Vicky: “¿¡Ya te puedo dar la enhorabuena, papi!?”. Si Harry no me hubiese detenido, hubiera estampado el móvil contra el suelo. Me levanté, di un par de vueltas por toda la recepción, me senté en el suelo, junto a Abie y jugué con ella, volví a levantarme y dar vueltas. Hasta que el hombre trajeado apareció con un sobre en las manos.

- ¿Ya? - pregunté nervioso y él asintió. - ¿Qué dice? ¿Soy el padre?
- Mejor, compruébelo usted mismo – me tendió el sobre y yo lo cogí con temor.

Harry se levantó de un salto y se acercó a mi lado. Me besó en el hombro, dándome fuerzas y después se alejó un poco para darme espacio. Por fin tenía las pruebas en mis manos, pero no me atrevía a abrir el sobre. ¿Y si decía que no era el padre? Con la mano temblorosa, abrí lentamente el sobre y extraje el papel que había dentro. Leí atentamente lo que decía aquel documento. Una, dos, tres veces tuve que leerlo hasta que una lágrima se estampó contra el papel.

- ¿Qué dice, cariño? - Harry se acercó e intentó leerlo, pero no pudo porque empecé a dar saltos y a abrazar a todo el mundo que pasaba por ahí. - ¿Eso es que sí?
- ¡Sí!¡Sí!¡Sí!¡Sí!¡Sí!¡Sí!¡Sí!¡Sí! - dejé que Harry me abrazara y me besara todo lo que quiso y más.

El hombre trajeado no supo qué hacer, así que se apartó y nos dejó celebrarlo. Cuando Harry me bajó, fui corriendo hacia Abie y la cogí en brazos. Ella no entendía el porqué de mi entusiasmo, pero no tardó en contagiarse de él. Los dos reíamos y gritábamos. La gente empezaba a mirarnos mal, pero me daba igual.

- Señor Jones – dijo el hombre trajeado. - Tiene que venir un momento para firmar los últimos documentos.
- ¿Es necesario? - hice una mueca pero, al ver que él no cedía, tuve que seguirle. - Ahora vuelvo, pequeña.

Harry se quedó con Abie mientras yo terminaba todo el papeleo. Doce insufribles minutos después, el hombre trajeado o también conocido por Michael, me estrechó la mano y me deseó buena suerte. Volví a la recepción y allí me esperaban Harry y Abie. Les abracé y besé durante varios minutos y después, salimos de la clínica.

- ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó un sonriente Harry.
- Primero llamar a Vicky, luego a mi madre, luego a tus padres, a los amigos, al colegio, al pediatra... Luego ir al centro comercial a por una cama, ropa, juguetes... - no podía parar de hablar. Estaba tan feliz que tenía ganas de contárselo al mundo entero.
- Vamos pues, tenemos mucho que hacer – Harry dejó a Abie en el suelo. Cada uno le agarró de una mano y nos encaminamos a casa.


Y así es cómo empezamos nuestra nueva vida.


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